Para impulsar el avance de la tradición, incluso para trastocarla, conviene conocerla en profundidad. Porque cualquier desafío cabal lleva implícito el respeto. José Mercé custodia desde hace más de medio siglo un legado inmaterial de valor incalculable que está impreso en su ADN, ya que es bisnieto de Paco La Luz y sobrino de Manuel Soto “El Sordera”, patriarcas del cante jerezano. Eso nunca le ha impedido imaginar nuevos espacios de expresión para el flamenco, sino que le ha permitido materializar trabajos de espíritu abierto que han ampliado el impacto de este tesoro cultural en todo el mundo. “Oripandó” es la enésima demostración de su inquietud y de su valentía.
Este nuevo álbum de José Mercé es el resultado de un largo e intenso trabajo de conceptualización, composición y producción junto a Antonio Orozco. El músico barcelonés ha destilado en él dos años y medio de conversaciones y confidencias con el cantaor gaditano y su familia. Es una obra de marcado carácter biográfico que traslada ese diálogo íntimo a quien escucha. La vida misma, con lo bueno y con lo malo, encapsulada en ocho temas de inequívoco sustrato flamenco que desbordan marcos formales, genéricos y sónicos. Además, propone un viaje desde la tiniebla hacia el amanecer –eso es lo que significa “Oripandó” en calé– y concluye con un final abierto –“Alegría”– que nos invita a continuar el camino para extraer lo mejor de ese milagro a menudo inexplicable y aterrador que es la existencia.
En “Oripandó” hay atrevimiento, pero también mucha jondura. Extensas composiciones de tono progresivo, baladas, antiguos cantes de fragua dándose la mano con el rap, patrones electrónicos aproximándose al rock y quejidos existenciales envueltos en orquesta sinfónica. Todo cabe en este álbum audaz y emotivo, tachonado de colaboraciones rutilantes. Un álbum llamado a sorprender incluso entre los parroquianos más devotos.
“Oripandó” impresiona por su atrevimiento formal, pero también por lo que cuenta. “Jamás desaparece lo que nunca parte”, con Dorantes frente al teclado, es una estremecedora bulería por soleá en la que Mercé afronta con entereza la peor de las pérdidas que cabe imaginar. En “Tengo cosas que contarte”, conviven las didácticas muestras del maestro Mairena y el rumboso fraseo de Mala Rodríguez sobre una base de palmas y electrónica a la que se suma un estribillo luminoso que nos recuerda que, pese a todo, la vida está para vivirla. “Si tu me lo pides volvería a empezar” hace inventario de fatigas profesionales en una profunda reflexión sobre los poderes de la vocación artística. “Caminante”, bulería rockera más pespunte de piano de Lang Lang, nos anima a concentrarnos en las cosas que de verdad importan. Y “50 primaveras”, aderezada por la guitarra de José del Tomate, es serena celebración del amor perdurable, ese que nos completa, nos mejora y nos ayuda a sobreponernos ante cualquier dificultad.
“Oripandó” es otra demostración de actitud por parte de José Mercé. Un músico inquieto que, en lugar de aferrarse a su indiscutible cátedra, prefiere seguir aprendiendo. Un cantaor mayúsculo que, como decíamos al principio, puede permitirse abordar retos como este porque ama y conoce su oficio.